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El niño inapetente
La alimentación adecuada es esencial para que el niño crezca y se desarrolle normalmente.


La energía y nutrientes aportados por los alimentos (Ver Pirámide Nutritiva) ayudan a formar los distintos componentes del organismo en crecimiento y garantizan que el niño pueda tener una actividad habitual, que se caracteriza por un estado físico lleno de energía.

Sin embargo, no todos los niños son iguales. Mientras que algunos desde el primer día demuestran un apetito voraz y nunca tiene trastornos vinculados con el apetito, otros son delgados y siempre el alimento y las comidas representan un papel "secundario" dentro de sus preferencias.

Los casos extremos constituyen serios problemas de inapetencia que los padres (especialmente las madres) intentan combatir con todos sus recursos.

Estas artimañas, generalmente son el producto de la ansiedad de los padres acerca de lo que consideran insuficiente para los niños y llevan como en un circulo vicioso a que el niño asocie la comida con alguna situación desagradable

Existen diversas situaciones en los que los niños pueden disminuir o perder el apetito. El ejemplo mas claro lo constituyen las enfermedades durante las cuales el apetito disminuye transitoriamente para recuperarse cuando el trance ha sido superado. Los niños con enfermedades crónicas muchas veces necesitan un asesoramiento especial acerca de su alimentación, pues el apetito puede estar alterado por la enfermedad que padecen.

Aún en etapas de salud, los niños que atraviesan situaciones de estres como mudanzas, duelos familiares por muerte, separación o alejamiento de un ser querido pueden estar inapetentes.

Además, las etapas madurativas de grandes logros (empezar a caminar, o a hablar) pueden estar acompañadas de una perdida del apetito pues el niño dirige su atención a lo que considera un área novedosa para él, alejando su interés por la comida. Esto es especialmente así durante el final del primer año y el segundo año de vida cuando el deambulador, a diferencia del niño muy pequeño, está notoriamente interesado por todo lo que lo rodea y la comida no es el centro de su atención.

Dirigir la atención a otros objetos (diferentes de la comida y de su mamá que se la proporciona) ayuda al pequeño a crecer.

Algunos niños son delgados y este desinterés mas o menos prolongado por la comida, angustia a los padres y da origen a conductas que solo prolongan el desinterés del niño por los alimentos y, lo que es peor, a veces desencadenan reacciones adversas hacia los alimentos que luego son muy difíciles de revertir.

Si Ud. está preocupada por el peso de su niño, consulte con su pediatra. Infórmelo sobre lo que come su hijo y su patrón de horarios y comidas. Comparta con él sus inquietudes. El lleva un registro meticuloso en el tiempo del aumento de peso y talla de su hijo y puede saber si existe alguna repercusión nociva o alguna causa que justifique su preocupación.

No se alarme si su médico no le da importancia a un aumento de peso que Ud. considera escaso. Es necesario reforzar que existen en el niño normalmente mecanismos naturales que lo llevan a ingerir lo necesario para un correcto crecimiento y es extremadamente raro que un problema alimentario lleve a la desnutrición

Existen, sin embargo, algunos consejos generales que Ud. puede intentar para no perpetuar la inapetencia de su hijo, si esta responde a factores no relacionados con una enfermedad.

  • En primer lugar, trate de hacer del momento de las comidas un momento agradable. Un niño que es molestado permanentemente por hermanos mayores, o tensionado por una hermanita celosa, no puede comer tranquilo sí esta situación continua durante las comidas.

  • El objetivo a lograr es que su hijo/a respete su apetito natural sin asociarlo a condiciones tensionantes que puedan haberlo molestado en el pasado.

  • Trate de no expresar su ansiedad sobre lo poco que come.

  • Suprima las comidas fuera de hora.

  • Ofrezca lo que se prepara para todos, sin hacer concesiones especiales con relación a la preparación o calidad de los alimentos.

  • Permanezca indiferente a los progresos. No muestre excitación o trate de sobornarlo con recompensas posteriores.

  • No lo amenace con castigos o permanezca al lado de el con una actitud amenazadora que solo lo intimidara.

  • No retire antes el plato de él aún si no lo ha comido. Retire todos los platos juntos.

  • Sirva luego el postre y muestre la misma actitud.

  • No le exija comer la comida antes que el postre. Respete su apetito natural pero respete los tiempos de todos los que comparten la comida. Ofrezca frutas la mayoría de las veces para todos y solo 2 veces por semana postres más elaborados.

  • No le sirvan porciones grandes sino pequeñas (incluso diminutas).

  • No le pregunte si quiere más. Espere que él lo requiera, pero si lo hace no dude en dejarlo repetir 2 o tres veces la porción, siempre con actitud indiferente.

  • Si nota alguna preferencia por un alimento, no dude en introducirlo mas a menudo en la dieta semanal. Incluso prepare recetas originales que incluyan este alimento mas a menudo

  • No repita con frecuencia los alimentos que sabe que su hijo rechaza.

  • No comente con otros estos cambios (progresos o no), sobre todo en presencia del niño. Si nota una actitud positiva de cambio, trate de alabar otras cualidades de su hijo, (no relacionados con la comida) Por ejemplo: Ultimamente "Pepito" está mucho más colaborador en casa, o atento en clase etc.

  • Propóngase realizar estos cambios a lo largo de un mes. Reduzca su ansiedad.

  • No sienta culpa o desesperación si su hijo tarda en mostrar una respuesta ante estas actitudes. Todo cambio necesita hacerse habitual antes de lograr una conducta permanente.

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